La capacidad para indignarse por situaciones de necesidad de la gente, sin tener una solución efectiva que presentar o proponer paliativos inútiles, es el tema de la columna de Eduardo Morón, hoy en El Comercio.
Un tema reciente que se debatió con indignación en el Congreso es la situación de miles de personas que llevan más de un año sin conseguir trabajo y que tienen algo de dinero en sus cuentas individuales de pensión. La propuesta de algunos congresistas era reponer el Régimen de Jubilación Anticipada (REJA), para que hombres de 55 años y mujeres de 50 años puedan acceder al dinero de sus fondos.
Sin embargo, esta “solución” permitiría que las personas se desempleen en quinta categoría y se recontraten en cuarta, para solo un año después acceder a sus fondos. No solo eso: ¿se sabe para qué estas personas quieren la plata? ¿Pretenden que ese sea su sustento para los siguientes 30 o 40 años?
Aunque esa puerta falsa podría resolverse con un dictamen que elimina tal posibilidad, la pregunta es: ¿de qué manera ese nuevo REJA que se propone en el Congreso resuelve el problema de los aportantes de la ONP que están en el desempleo de quinta categoría y no pueden reengancharse? Ellos tendrán que trabajar en lo que sea y si no completan sus 20 años de aportes, su pensión será cero. ¿El nuevo REJA soluciona el problema de las personas que casi siempre fueron informales y no tendrán ninguna pensión cuando lleguen a los 65? ¿Qué tal si dejamos la indignación y empezamos a resolver los problemas?